17 diciembre, 2015

Douglas SBD Dauntless - Ocaso del Sol Naciente

Douglas SBD Dauntless


El ocaso del
Imperio del Sol Naciente


Aunque la Historia ha encumbrado a otros modelos estadounidenses como el Mustang o el B29, como los vencedores alados de la SGM, la verdad es que el primer y decisivo golpe que llevó a Japón inexorablemente la derrota, lo logró el tosco y algo obsoleto Douglas SBD Dauntless.

 Midway: Antes de la batalla

         Al igual que en la Batalla de Inglaterra, donde los cazas de la RAF fueron la punta de lanza que paró el empuje alemán, en Midway puede aplicarse la célebre frase de Churchill “Nunca tantos debieron tanto a tan pocos” a los pilotos de la US Navy. Y del mismo modo resulta exagerada, pues la victoria en ambos casos se consiguió gracias a más factores que la indudablemente heroica y magistral actuación de los pilotos.
        Para empezar, Estados Unidos descifraba las comunicaciones navales japonesas y había descubierto el objetivo del próximo asalto japonés, Midway. La Marina Imperial de Japón creía contar con el factor sorpresa y la sorprendida sería ella.
        No hacía ni 30 días que ambas Armadas habían sostenido el primer combate puramente aeronaval de la Historia, de portaaviones contra portaaviones, en la Batalla del Mar del Coral. El resultado aparente era de victoria japonesa, pero en realidad las pérdidas norteamericanas sólo disimulaban que la Marina Imperial fracasó en su objetivo durante dicha Batalla.

 Dauntless a punto de despegar desde el USS Yorktown en la Batalla del Mar del Coral.
      
        En Midway no habría lugar a dudas.
        La Fuerza Japonesa de Ataque alineaba 4 portaaviones: el Akagi, el Kaga, el Hiryu y el Sōryū, apoyados por 2 cruceros pesados, 2 cruceros ligeros, 8 destructores, 248 aviones navales y 16 hidroaviones. Aunque Japón había dispuesto muchas más naves para la batalla, no llegaron a entablar combate.
        La Fuerza Estadounidense alineaba 3 portaaviones: el Yorktown, el Enterprise y el Hornet, apoyados por 7 cruceros pesados, 1 crucero ligero, 15 destructores, 233 aviones navales y 133 basados en tierra.
 
 Espectacular maqueta del USS Hornet, protagonista de los primeros varapalos a Japón: El raid de Doolittle sobre Tokio y la Batalla de Midway.

 La aviación imperial, al ataque   
        
        El 4 de Junio de 1942, a las 4:08 am, 108 aviones japoneses despegaron para atacar el atolón de Midway. El resto de la aviación de la flota de ataque se mantuvo en reserva a la espera de evaluar este primer asalto.
        Los bombarderos japoneses atacaron las instalaciones americanas con virulencia y causando notables daños, pero sin lograr su destrucción. Por otra parte, la alerta previa estadounidense permitió una defensa antiaérea encarnizada que no se pudo dar en Pearl Harbour y que ahora castigaba con muchas bajas a los aviones japoneses, aunque a un alto costo de los mediocres Wildcat y Buffalo que defendían Midway. Sería necesaria una segunda oleada de bombardeo. Los americanos habían enviado bombarderos basados en tierra al mismo tiempo que esta primera oleada les atacaba, pero no lograron ni un impacto, sufriendo además numerosas pérdidas.
        Entretanto, 6 hidroaviones de reconocimiento de la flota imperial sobrevolaban los mares en busca de la flota americana. Uno de ellos, lanzado con retraso por una avería, informó de la presencia de la Flota Americana, planteando un tremendo dilema al almirante Nagumo, jefe de la Flota Imperial.
 
El Aichi E13A del crucero pesado Tone despega con una hora de retraso.
La desinformación japonesa sobre las fuerzas del enemigo era casi total. 
 
          ¿Proseguir con el ataque a Midway o cambiar el objetivo contra la Flota enemiga? La información del hidro era muy escasa, de modo que decidió esperar a saber más sobre la composición de esa flota (el hidro no había visto los portaaviones), aguardar el regreso de la primera oleada de ataque y después lanzar un nuevo ataque contra el objetivo que se considerase prioritario.


La US Navy ataca la flota japonesa

        El almirante estadounidense Spruance decidió lanzar sus aviones en cuanto éstos estaban listos para el ataque en lugar de esperar a lanzar un ataque simultáneo. Esto, que parece una medida imprudente, fue una de las claves de su éxito.

 Dauntless a punto de despegar desde el USS Enterprise.

        Otra, no menos importante, fue la desinformación que cegaba las decisiones japonesas, que les llevó a efectuar el cambio de armamento y repostaje de sus aviones precisamente en el momento del ataque estadounidense.
        Debido al escalonamiento del ataque americano, los primeros aparatos de la US Navy que llegaron a atacar la Flota Imperial fueron los lentos y obsoletos torpederos TBD Devastator, que fueron masacrados por la artillería antiaérea japonesa y los Zero de la escolta en dos oleadas que acabaron casi por completo en el fondo del Pacífico sin lograr arañar a la flota enemiga.

 Representación muy idealizada del heroico pero desastroso ataque de los Douglas TBD Devastator. Ni ellos ni sus sucesores, los Grumman TBF Avenger, llegaron a tener posibilidades de hacer blanco y fueron barridos del cielo.
       
         Sin embargo su sacrificio no fue estéril; los Zero de la escolta terminaron de agotar su combustible y munición con ellos, les hicieron volar a baja cota y forzaron a los portaaviones imperiales a navegar defensivamente, impidiendo el despegue de nuevos aviones. Entonces llegaron los Dauntless.
  
La Muerte llega del cielo

        Los Douglas SBD Dauntless llegaron sobre los portaaviones japoneses procedentes de dos lados opuestos ya que ambas formaciones se habían separado previamente.
La caza de escolta japonesa estaba alejada de los buques que debía proteger en espera de que despegasen sus camaradas de los aviones de ataque, cargados de torpedos y bombas antibuque, para poder aterrizar y repostar.
Dichos aviones de ataque y sus escoltas, se apiñaban en las cubiertas de vuelo de los portaaviones japoneses, armados de munición y explosivos, llenos de combustible, motores en marcha, ofreciendo la máxima vulnerabilidad que un piloto de bombardero en picado pudiese soñar.

La cubierta del Akagi, con la segunda oleada del ataque a Pearl Harbor a punto de despegar. En Midway los Dauntless llegaron justo en este crítico momento.
          
         El Lt.Cdr. McClusky lideró los SBD del Enterprise contra el buque insignia Akagi y contra el Kaga mientras el Lt.Cdr. Leslie llevaba al VB-3 contra el Soryu. La inexperiencia les jugó una mala pasada pues de los Dauntless del “Gran E”, 28 atacaron al Kaga y únicamente los 3 aparatos del la sección del Lt. Best  cayeron contra el Akagi... El caso es que vino a dar lo mismo.

 Los Dauntless dejan atrás a un Akagi envuelto en llamas, al fondo el Kaga sufre el mismo destino.

Kaga y Akagi recibieron bombas de los Dauntless en mayor y menor número, ambos fueron sacudidos por explosiones e incendios incontrolables de inmediato.
El mismo terrible destino alcanzó al Soryu, reventado e incendiado por los Dauntless del VB-3 de tal modo, que los últimos aviones al verlo tan destrozado, decidieron no atacarlo más y buscar nuevos blancos entre acorazados y cruceros.
        Todo sucedió en menos de 6 minutos. Con aquellos 3 portaaviones, el empuje ofensivo de Japón se había llevado un mazazo letal. No sólo por los tres portaaviones de vital necesidad estratégica, sino por todas las tripulaciones aéreas y navales muy bien entrenadas y fogueadas que eran su espina dorsal y que Japón era incapaz de reemplazar.

 Aún hay más...
         Los Zero de la escolta no se quedaron mirando; aunque incapaces por posición de impedir el desastre, estaban resueltos a vengarlo. Disparaban contra los SBD que habían descendido a baja cota tras el ataque y culebreaban para esquivar las ráfagas japonesas en lo posible.

Un Zero venga el desastre infligido por los Dauntless.
       
         De los 32 Dauntless de McClusky, 16 fueron al fondo del Pacífico, víctimas del enemigo o de la falta de combustible. Y de los supervivientes, muchos estaban seriamente dañados. El propio McClusky regresó al Enterprise con sólo 20 litros de gasolina y una bala en el hombro.
        El grupo de Leslie también perdió la mitad de sus aviones por falta de combustible, pero amerizaron junto al crucero Astoria y fueron rescatados.
        A pesar del innegable triunfo, aún quedaba un portaaviones japonés intacto, El Hiryu. Este se había librado por estar oculto bajo unas providenciales nubes, pero fue avistado por los americanos de regreso, que dieron oportuno aviso de su presencia y estado operativo.
        El Hiryu, como sus desafortunados compañeros, tenía a su grupo aéreo listo para despegar y así lo hizo. Además, contaron con los aviones americanos que regresaban a sus buques para “guiarlos” hacia el objetivo.

 El Hiryu con un grupo de vuelo listo para el despegue.

Esta fue la mejor acción japonesa en Midway, al seguir hábilmente a los aviones de la US Navy sin que éstos se percatasen de ello, cogiendo a su buque, el Yorktown, desprevenido. El ataque japonés, liderado por teniente de navío Tomonaga, fue demoledor, acertándole con varios impactos y provocando aparatosos incendios que por otra parte fueron sobreestimados por los aviadores nipones, que lo dieron por prácticamente hundido.
        La buena (pero errónea) noticia fue recibida con gran alivio y satisfacción por el Mando japonés, que de inmediato lanzó al segundo Grupo Aéreo del Hiryu antes de recibir al primero de regreso, algo menos de dos horas del primer lanzamiento. La segunda oleada encontró de nuevo al Yorktown. Sin embargo, sus dotaciones de control de daños habían logrado sofocar todos los incendios y los japoneses dieron por hecho que se trataba del segundo portaviones americano (su Inteligencia les informaba que sólo podía haber dos). Un nuevo ataque japonés se abatió contra el castigado Yorktown, que quedó incendiado de nuevo y muy escorado.

 El USS Yorktown, herido de muerte.

        Increíblemente, a pesar de los dos ataques consecutivos y los daños de la anterior batalla reparados a la carrera, no se hundió por ello, sino por un submarino japonés que aprovechó la ocasión poco después.
        El caso es que el Mando japonés seguía con una idea completamente equivocada de lo que estaba pasando. Pensaban que habían hundido o al menos puesto fuera de combate a los dos portaaviones americanos y a ellos les quedaba uno. ¿Podrían cubrir con esa menguada fuerza su desembarco contra Midway?
  
Asalto final

        Con el Yorktown fuera de combate, 24 Dauntless despegaron del Enterprise y 16 más del Hornet les siguieron a la caza del cuarto portaaviones japonés, el Hiryu.
        Decididos a dar la puntilla a la formación naval enemiga, los Dauntless volaron sin escolta hacia el único portaviones que la Marina Imperial conservaba en plena capacidad de combate y que acababa de asestar dos tremendos ataques contra el Yorktown.

 Un Dauntless a punto de lanzar sus bombas contra el Akagi con sus aviones en cubierta. El Hiryu iba a correr exactamente la misma suerte.

         El Lt. Earl Gallaher inició el ataque, lanzándose en picado desde 19000 pies contra el Hiryu. No obstante, más de 12 Zeros defendían su buque, aunque en vano; derribaron un Dauntless antes de que lanzase las bombas, pero el resto machacó al Hiryu sin piedad. Entre 4 y 5 bombas alcanzaron de pleno al gran portaaviones, que una vez más fue víctima no sólo del ataque de los Dauntless, sino de la peligrosa presencia de sus propios aviones en cubierta, que magnificaron los daños del bombardeo enemigo irremisiblemente. Incontrolables incendios y explosiones internas derrumbaron la mitad delantera de la cubierta vuelo, dejando a la vista el interior del buque, mientras uno de los ascensores estallaba y salía volando contra el puente.

 Con casi un tercio de la cubierta destruida y en llamas,
 el Hiryu queda sentenciado.
       
         El buque ardía de punta a punta y se veía tan destrozado que los Dauntless restantes lo descartaron como blanco y atacaron a buques de escolta, aunque sin lograr ni un impacto.
        Los Zeros de la escolta derribaron dos Dauntless más, pero era un paupérrimo consuelo. El Hiryu agonizaría durante casi 16 trágicas horas, pero terminaría hundiéndose y con él su comandante, Contralmirante Tamon Yamaguchi y los sueños imperiales del Sol Naciente.
        Estados Unidos había perdido un portaaviones y muchos aviones y tripulantes, pero no le costaría reponerlos. En cambio, Japón carecía del potencial industrial y humano de su enemigo, lo que junto con esos cuatro portaaviones, implicaba la pérdida absoluta de su capacidad ofensiva. Las bombas de los Douglas SBD Dauntless la enviaron a pique en Midway.